domingo, 7 de septiembre de 2008
¿Es el tiempo una ilusión?
Albert Einstein ya había demostrado que la realidad temporal es relativa a cada objeto del universo, y que el tiempo es una “materia” inseparable del espacio.
“El tiempo es el mejor antologista, o el único, tal vez”, Jorge Luis Borges, escritor argentino.
“En realidad nunca podemos ver el tiempo”, asegura Carlo Rovelli. “Solo vemos relojes. Si dices que este objeto se mueve, lo que en realidad significa es que este objeto estaba aquí cuando la manecilla de tu reloj estaba aquí, etc. Decimos que medimos el tiempo con relojes, pero solo vemos las manecillas de los relojes, no el tiempo en sí mismo”. Defensor incurable del universo sin tiempo, el físico de la Universidad del Mediterráneo en Marsella, Francia, da cuenta de cuán ilusorio puede resultar el gran universo a nuestros ojos, nuestras mentes y, aun, a la mente de nuestros científicos. “Es un tema que ha desconcertado a muchos teóricos. Puede que la mejor forma de pensar en la realidad cuántica sea abandonando la noción de tiempo; que la descripción fundamental del universo debe ser atemporal”.
La percepción general de que el tiempo no sólo se mueve sino que lo hace en una determinada dirección, no es ajena a prácticamente ningún ser consciente del planeta Tierra. Sin embargo, al igual que nuestros ojos se engañan al ver materia donde no la hay (el 99,99% de nuestros cuerpos es vacío puro) nuestra mente podría estar generando la ilusión más mística de la que podamos empezar a tener conciencia, con respecto a un factor tan fundamental en el universo como lo es el paso del tiempo.
En un artículo publicado en la edición de agosto del 2003 por la revista Foundations of Phisics Letters, un joven estudiante de Wellington, Nueva Zelanda, llamado Peter Lynd, dio inicio a lo que tal vez sean los albores del fin del concepto “tiempo” dentro de la mente de muchos de los físicos teóricos más respetados del mundo. Su audacia le valió la comparación con el célebre Albert Einstein y su revolucionaria forma de contemplar el universo.
En el ensayo titulado “El tiempo y las mecánicas clásica y cuántica: indeterminación vs. discontinuidad”, Lynd sugiere la necesidad de revisar desde el inicio todos los parámetros establecidos en torno al tiempo, el movimiento y la posición relativa de los cuerpos en el espacio. Sus escritos desafían inclusive a los argumentos teóricos respecto a la naturaleza del tiempo propuestos por el conocido físico británico Stephen Hawking, catalogado como una de las mentes más prodigiosas de la actualidad.
En su ensayo, Peter Lynd pone en jaque al concepto de tiempo mediante ejemplos simples e innovadores: “Imagine una taza atraída a cualquier velocidad, grande o pequeña, contra su escritorio. Luego pregúntese si tiene o no una posición relativa determinada con respecto al escritorio en cualquier momento mientras se encuentra en movimiento. Y luego pregúntese, ¿existe algún momento en el cual la taza no esté en movimiento y en que su posición relativa al escritorio no esté cambiando constantemente?”
Desde los tiempos de las famosas paradojas de Zenón, pasando por el tiempo absoluto de Newton y llegando a la actualidad, en los problemas como el propuesto la taza siempre podría ser detenida en el tiempo para analizarse su posición respecto al escritorio. Pero observándolo desde una perspectiva más detenida, Lynds cree que no importa cuán pequeño sea el intervalo de tiempo usado para medir la velocidad, o cuan despacio se mueva el objeto, al final debemos aceptar que en ningún momento deja de moverse. La quietud es un fenómeno ilusorio, incluso para objetos que creemos que están quietos. Por lo tanto, en medio de tales revoluciones conceptuales (movimiento constante de todos los cuerpos del universo), no quedaría otra opción que aceptar la desintegración del concepto de paso de tiempo. Todo se encuentra en movimiento; o nada se halla en tal estado. El universo se comportaría como un solo bloque en el que todos los sucesos de la historia se encuentran aglomerados de una forma mística y ajena a nuestra efímera imaginación. “Puede ser contrario a la intuición, pero realmente es bastante simple”, asegura Lynds. “De alguna forma, casi desearía que no fuera tan extraño, ya que yo diría que algunos encontrarán este aspecto un poco difícil de tragar. De cualquier forma, es correcto”.
Pero no solo la existencia del tiempo se encuentra rodeada de acalorados debates en el círculo científico. Su extraña direccionalidad tampoco es algo que alguien pueda explicar con facilidad. Desde la gravedad de Newton hasta la relatividad de Einstein, nunca han existido impedimentos en las formulaciones teóricas para que el tiempo no pueda moverse en dirección contraria al que se mueve (o que creemos que lo hace). Sin embargo, enigmáticamente nunca lo hace, a pesar de la “libertad matemática” de la que goza.
“Es bastante misterioso por qué tenemos una flecha del tiempo tan obvia”, dice Seth Lloyd, ingeniero de Mecánica Cuántica del MIT. “La explicación habitual de esto es que para especificar lo que sucede a un sistema, no solo tienes que especificar las leyes físicas, sino también alguna condición inicial o final”.
Simon Saunders, un filósofo de física en la Universidad de Oxford, también hace mella de cuán confusa se ha tornado la naturaleza del tiempo para los científicos actuales. Sus palabras resumen mucho de lo que sus colegas no se atreven a mencionar: “La situación es tan incómoda que lo mejor que puede hacer uno es, de lejos, declararse agnóstico”.
La mayoría de nosotros se encuentra profundamente convencido a nivel inconsciente, de que un gran reloj cósmico se encuentra marcando el tiempo a cada segundo fuera de este espacio descomunal llamado universo. No obstante, desde principios del siglo pasado, Albert Einstein ya había demostrado que la realidad temporal es relativa a cada objeto del universo, y que el tiempo es una “materia” inseparable del espacio. Incluso los especialistas encargados de sincronizar la hora a nivel mundial, son concientes de que el mundo se maneja arbitrariamente mediante un tic-tac estipulado, ya que los relojes no son capaces de medir el tiempo en absoluto. Al parecer, la única alternativa es sumirse en la “ilusión temporal” del presente infinitesimal, a sabiendas de la existencia de un espacio en el cual lo que hicimos aún se encuentra allí, lo que hacemos de igual modo, y lo que haremos no se distingue de lo anterior. O tal como el propio Einstein diría: “la gente como nosotros, que cree en la física, sabe que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente”.
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