miércoles, 21 de abril de 2010

La historia de Mexico y las mentiras de mis maestros II : Santificar las derrotas

II: LA SANTIFICACION DE LA DERROTA

Muchos mexicanos se consideran fruto humillado de la vergonzosa derrota a manos de los españoles y, a la vez, hijos predilectos de una madre celestial, importada de España, que todo lo puede, desde hacernos ganar al futbol hasta acabar con la plaga o la sequía.

Grandes imperios militares y pequeñas naciones pacíficas eran sólo recuerdo a 50 años de la llegada de Cristóbal Colón. Explicación indigenista: la maldad española. Explicación que se revierte de inmediato, porque si unos cuantos malvados pueden someter a todo un continente, y sólo en América del Norte la población indígena era de unos 20 millones, los sometidos deben ser profundamente estúpidos.

Es como la caricatura de Hernán Cortés pintada por Diego Rivera en Palacio Nacional: si era jorobado, torcido, sifilítico, deforme, etcétera, y así conquistó la enorme, bella y belicosa ciudad que el mismo Rivera pinta idealizada en otro muro, ¿qué habría conseguido de estar completamente sano?

Para que durante los siguientes decenios del siglo XVI, la población indígena fuera sojuzgada por Europa y el trabajo en las minas y en los campos acabara de diezmarla, fueron necesarias, primero, las impresionantes mortandades que dejaron pueblos enteros desiertos y una capitulación absoluta ante las nuevas enfermedades que parecían atacar exclusivamente al indio y perdonar al español. Lo cual, por si fuera poco, producía resignación ante los, al parecer, mandatos inescrutables de los dioses.

Las enfermedades infecciosas desconocidas en América, como la viruela y el sarampión, poseen una particularidad: quien las padece muere pronto o se salva. El que se salva adquiere en adelante inmunidad contra tales enfermedades. Por eso tan pocos españoles se infectaban de viruela y aun los infectados morían en menor proporción que los indígenas, extinguidos por centenares de miles. No eran los dioses, sino los anticuerpos del sistema inmunitario, quienes salvaban a los españoles.

Por qué no al contrario.

Hasta aquí la explicación es fácil de entender, sobre todo después de Jenner y Pasteur. Pero los europeos iban y venían a través del Atlántico, muy pronto surcado por todas las naciones costeras, ¿no había en el continente americano enfermedades infecciosas que los europeos, a su vez, contrajeran, llevaran a Europa, y los hicieran morir por millones?

La peste llegaba de vez en cuando, desde Egipto o la India, a través de Nápoles y Venecia. Nunca llegó algo similar desde Veracruz a Sevilla. Los viajeros que portaban los gérmenes para los que la población americana no tenla defensas, ¿no se llevaban de regreso gérmenes americanos que hicieran su agosto entre la desprotegida población de Europa?

En The Arrow of Disease Jared Diamond plantea (Discover l3, 10) una interesante hipótesis para explicar esta falta de correspondencia en la dirección de las epidemias.

Nos recuerda 4 características de las enfermedades infecciosas que resultan relevantes para responder la interrogante arriba planteada: 1. Las enfermedades infecciosas se esparcen de una persona infectada a una sana; 2. son "agudas", esto es que en un tiempo breve la persona muere o se recupera; 3. los afortunados que sobreviven son inmunes posteriormente contra nuevas infecciones de esa enfermedad, y 4. son enfermedades que tienden a restringirse a los humanos, pues los microbios que las producen no viven ni en el suelo ni en otros animales.

Umbral de población

Cuando una infección alcanza un grupo humano reducido y hace morir a todos, los gérmenes que producen la enfermedad mueren también y la enfermedad desaparece completamente.

Se requiere pues de poblaciones grandes y en estrecho contacto para que una epidemia prospere, mate a algunos, pero no a todos, pase a otra área poblada, deje nacer en la región antes atacada nuevos niños que no estarán protegidos por la inmunidad de los adultos sobrevivientes y la enfermedad vuelva entonces a atacar.

Los grupos dispersos y pequeños de la Amazonia, las pampas, el norte de México o el oeste de los Estados Unidos no habían desarrollado enfermedades infecciosas porque no alcanzaban ese umbral de población que permite sobrevivir tanto al grupo como a la enfermedad. Si alguna aparecía por los azares de la mutación de algún germen, mataba a todos y el propio germen no conseguía reproducirse posteriormente, falto de hospedaje. Pero desde el centro de México hasta Perú, la población poseía la densidad requerida para que un virus o bacteria de tipo infeccioso prosperara y, a la llegada de los europeos, se les pagara con la misma moneda y llevaran a sus países epidemias desconocidas. ¿Por qué no ocurrió así?

Los animales domésticos

¿De dónde viene una enfermedad nueva? Diamond sostiene que las enfermedades infecciosas evolucionaron en Eurasia a partir de enfermedades que atacaban a los animales domésticos. Como sabemos, en América había pocos, apenas 5: el pavo en México y regiones de Estados Unidos, el conejillo de Indias, la llama en los Andes, un pato y escasos perros.

"La extrema pobreza del Nuevo Mundo en animales domésticos refleja la pobreza del material salvaje inicial", dice. "Cerca del 80% de los grandes mamíferos salvajes se había extinguido al final de la última edad glacial, hace unos 11,000 años".

Hayan sido extinguidos éstos por los primeros pobladores o desaparecido por otras razones, "las extinciones eliminaron la mayoría de las bases para la domesticación de animales americanos nativos... y para la proliferación de las enfermedades infecciosas".

La enfermedad infantil del mexicano

Somos un pueblo infantil que busca siempre culpables en el exterior: "Los españoles nos conquistaron", dicen aprendiendo a autocondolerse niños de ojos azules, verdes y castaños, que se llaman Fernando y se apellidan Cortés, y la autocompasión nos enferma de un infantilismo lleno de piedad por nosotros mismos, lleno de voluntarismo para el cual todo nos lo merecemos y si no lo alcanzamos es por la maldad ajena; los gringos nos robaron los territorios del norte, a los indios buenos los emborrachan los mestizos malos, los indios olvidan sus valores.

La Malinche, aunque fiel a su pueblo, oprimido por los aztecas, y por tanto enemiga de éstos, ha sido elevada a símbolo de la traición. Nuestra pobreza la explicamos por el imperialismo de los Estados Unidos, que ha abierto las venas de América Latina.

Pero nunca nos preguntamos por qué no somos un país imperialista y Estados Unidos un país pobre y con las venas abiertas. O somos pobres porque nuestros gobernantes son ladrones y torpes. Pero no observamos que nuestros gobernantes salen de nosotros mismos.

Cuando seamos grandes

Para ser adultos requerimos de 2 curaciones, pues pecamos, nueva paradoja, de humildad excesiva y de soberbia altanera: primero, no suponemos el producto humillado de una derrota; luego, no creernos el hijo predilecto de una madre celestial que todo lo resuelve. Somos pobres por nuestros errores, por nuestra historia de violencia y destrucción, por nuestro católico desprecio de la ciencia, base de la industria; así como no tenemos medallas olímpicas ni ganamos campeonatos de futbol, en primer término por culpa de la virgen, pues si ella quisiera saldríamos vencedores en todo, ¿o no?, y en segundo porque somos un pueblo de panzones para quien el deporte es algo que se ve los domingos por televisión, entre cervezas y carnitas sebosas. Pero ningún taxista admitiría tal explicación: perdemos por mala suerte o por mala fe de los otros.

Como todos los inseguros, ya lo dijo Adler en su teoría de los complejos, hablamos con voz estentórea de nuestra raza, sea eso lo que sea, la hacemos lema universitario o le levantamos grotescos monumentos en forma de pirámide, así cubrimos nuestra precaria adolescencia tardía con todas las mentiras de nuestra historia, con todos nuestros héroes, siempre perdedores como requisito indispensable para ser héroes, convertidos en esperpentos por autoridades delegacionales y municipales.

¿Por la raza aria hablará el espíritu?

Las feministas nos han enseñado a cambiar el género de una frase para descubrir el sexismo patriarcal que se oculta en las apariencias cotidianas. Cambiemos la raza en nuestro vociferante racismo: "Por la raza aria hablará el espíritu", supongamos que dice el lema de la universidad de Heidelberg. ¿No serían aplaudidos los manifestantes que le arrojaran pintura? ¿O el alpinista que se trepara a la torre rectoril para arrancar a martillazos esa declaración? Un monumento a la raza germana, a la germanidad, sea eso lo que sea, ¿no sufriría toda clase de atentados plausibles? Pero en el pobre es dignidad lo que en el rico es prepotencia, digamos parafraseando el adagio sobre la borrachera y la alegría. "Deutschland über alles" nos parece racista, pero "como México no hay dos", es sólo un límpido nacionalismo. Es verdad, por cierto, pero una verdad de perogrullo porque tampoco hay 2 como Guatemala o Nigeria, y se presta para el típico chiste en contrasentido: no hay 2... por suerte.

Los inditos

Los hombres blancos, de cultura europea, origen social acomodado e ideología liberal, son muy buenos. Piden protección para todos los débiles, desde los animalitos, las mujeres y los minusválidos, hasta por supuesto los indios que no saben cultivar sus tierras. Las focas tienen a su Brigitte Bardot y los inditos a su Fernando Benítez y desde hace 3 años a una pléyade brillante de consejeros casi todos blancos y barbados. Al parecer, tras 50,000 años de no dar pie con bola en este continente, un día los indios vieron llegar a los antropólogos del Instituto Nacional Indigenista, si hemos de creer el asombroso recuento de los peores lugares comunes del indigenismo publicado por Benítez (La Jornada, 5. VIII.95), donde afirma sin rubor que éstos "han enseñado a los indígenas a cultivar sus tierras y a combatir a los caciques". ¡Si, leyó usted bien: los antropólogos del INI! ¿Cómo habrá hecho el imperio maya para comer sin los antropólogos del INI? ¿Cómo habrán ocurrido las rebeliones indígenas coloniales sin los antropólogos del INI? ¿Qué era de los olmecas milenios antes de que Benítez dedicara "veinte años a la defensa y estudio de los indios"? ¿Por qué no dedicó esos años a la defensa y estudio de sus tías? ¿Por qué, carajo, por qué los indios necesitan "defensa y estudio"?

Las enseñanzas de don Juan

"¿Qué me enseñaron los indios? Me enseñaron a no creerme importante, a tratar de llevar una conducta impecable, a considerar sagrados a los animales, las plantas, los mares y los cielos, a saber en qué consiste la democracia y el respeto debido a la dignidad humana". Toda esta retahíla es producto de la fantasía occidental y europea según la cual los pueblos llamados primitivos, los marginales a la globalización de la cultura, son superiores de alguna manera "profunda". Cuando los europeos se extendieron por la tierra llevando sus genes, sus ideas, sus valores, sus plantas y sus animales, negaron primero la humanidad de los vencidos, después el romanticismo puso de moda a los llamados primitivos y sigue de moda ensalzarlos por encima de los vencedores. Lo mismo hacen los buenos con los animalitos: cada quien defiende a su preferido, como esa muchacha directora del zoológico que no ve que un león ronroneándole en las piernas ante la TV es, también, un león menos, un león destruido en su esencia leonil. Un indio que debe aprender de antropólogos a ganarse la vida, es un indio menos.

Punto por punto

Revisemos punto por punto los mitos de Benítez, construidos a lo largo de "veinte años dedicados a la defensa y estudio de los indios" que llenaron "cinco libros voluminosos, parte de ellos traducidos a varios idiomas", aunque ni los años ni el volumen ni las traducciones sean argumentos.

1. "Me enseñaron a no creerme importante". Falso. Los indios y todos los pueblos llamados primitivos se creen tan importantes que su nombre genérico e siempre sinónimo de ser humano. Son "los hombres verdaderos". Los demás somos ratas. Lo hicieron los griegos, que dividieron a la humanidad en griegos y bárbaros, lo hicieron los persas y los egipcios. Lo hacen los pueblos del Amazonas. Y cuanto lee uno de Benítez no da idea de humildad franciscana.

2. "...a tratar de llevar una conducta impecable". Falso. Todos los pueblos del mundo creen llevar una conducta impecable. Los malos son siempre "los otros". De ahí que la democracia sea una desconocida entre tales pueblos y la intolerancia sea su respuesta natural ante la maldad, siempre ajena.

3. "...a considerar sagrados a los animales, las plantas, los mares y los cielos". Falso. Las selvas, económicamente, son de 2 tipos: las que valen y las que no valen. Las primeras han sido destruidas por las compañías madereras que no las consideran sagradas; las segundas han sido quemadas y arrasadas por los indios para cultivar la escasa tierra hasta que las lluvias y el viento erosionan el suelo. Entonces queman otra parte y vuelven a empezar. A los primeros los condenamos porque son ricos. A los segundos los justificamos porque son pobres. Ambas partes destruyen por razones económicas y nada es muy sagrado cuando de comer se trata. No inventemos.

4. "...a saber en qué consiste la democracia y el respeto debido a la dignidad humana". Falso. Ambos conceptos, democracia y dignidad, son novedades en la historia humana y aún no llegan a las comunidades indígenas, donde el rapto de la novia, el lanzamiento y despojo de los indios protestantes, la solución de los conflictos a machetazos, la cacería agazapada del contrario, el trato indigno a las mujeres y a los niños sólo en una imaginación obnubilada pueden parecer "democracia y respeto debido a la dignidad humana". Benítez confunde la toma colectiva de decisiones, la cual se da en todas las comunidades pequeñas, indígenas o no, con la democracia, pues ésta requiere no sólo la discusión en grupo, sino el respeto a los disidentes dentro de la propia comunidad, lo cual los indios ni siquiera imaginan.

Respeto

Por supuesto debemos respetar las diferencias, mal le estaría al autor de este ensayo, objeto de tantas diferencias, incluidas las de color, decir lo contrario. Pero el tema debe ser acotado por un respeto irrestricto a los derechos humanos universales, antes que a las costumbres de una comunidad, quizá correctas, quizá infames. Y en cuanto a las tradiciones inocuas, como el vestir, son asunto de los indios y nada más de los indios: para bien o para mal, pero obviamente sin que lo podamos controlar, el mundo se uniforma y las tradiciones pueden dividirse, como las especies, en sanas y "en vías de extinción". Los indios yanomamo (sin albur) del Amazonas traen shorts adidas, el comandante Tacho se paseaba muy orondo con su chamarra de los Dallas Cowboys y la delegación zapatista se negaba a salir por la mañana a las pláticas con el gobierno antes de la conclusión de la telenovela que los tenía con el alma en un hilo. ¿Y?

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Para la conquista de América, españoles e ingleses no tenían cerebros superiores, tenían enfermedades superiores cuyos gérmenes se derivaban directamente de sus animales domésticos. Sin ellos "tales conquistas pudieron haber sido imposibles".

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